Tanto follar en ascensores era de esperar que al final
nos quedásemos atrapados en alguno.
Pero en lo demás, más bajadas que subidas.
Cambiando de piso y de gente.
Baja, sal. Sube, entra.
Desde el sótano del Alma hasta el ático de las neuronas.
Pensando.
Pulsando el botón del clítoris y acabar tocando el corazón.
A.R.M; otro aullido más.
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